Mitología
EL OJANCANO
El Ojáncano personifica el mal para los montañeses. Es el personaje más
desagradable y malvado de la mitología de Cantabria.
Es un ogro enorme, tan alto como los
árboles más altos y tan robusto como los peñascos que sostienen a las montañas.
Tiene unos pies y manos gigantescos y
en cada pie tiene diez dedos que terminan en unas afiladas garras, lo mismo que
sus manos, que también tienen diez dedos cada una rematados por sendas garras.
En ellas suele llevar una honda de piel de lobo con la que arroja grandes
piedras y en la otra porta un recio bastón negro, que puede transformarse en
lobo, víbora o cuervo, los tres animales del bosque amigos suyos.
Todo su enorme cuerpo está cubierto por un pelo áspero
y rojizo. La parte delantera de éste está casi tapada por una espesa barba, en
la que tiene un pelo blanco, el punto débil del Ojáncano, si alguien consigue
arrancarle ese pelo, tras cegarle el único ojo que tiene en su frente, podrá
matar a este desagradable ser.
Pero por desgracia, el Ojáncano no
está solo, con él vive la Ojáncana, un monstruo tan terrible como él o quizá
aún más. La Ojáncana se parece mucho a su compañero, pero ella tiene dos ojos,
aunque lo más característico de ella son sus enormes pechos, que ha de echarse
a la espalda cuando corre por el bosque.
El Ojáncano no se reproduce en pareja, su nacimiento es
de lo más curioso. Cuando un Ojáncano está viejo, los demás lo matan, le abren
el vientre para repartirse lo que lleve dentro y lo entierran bajo un roble. Al
cabo de nueve meses, salen del cadáver unos gusanos amarillos, enormes y
viscosos, que durante tres años serán amamantados por una Ojáncana con la
sangre que mana de sus voluminosos pechos y de este modo pasan a convertirse en
Ojáncanos y Ojáncanas.
De esto se desprende que reinan en la Montaña a sus
anchas y sólo un duende o una Anjana pueden castigarlos.
LA ANJANA
La Anjana es, frente al desagradable
Ojáncano, un ser menudo, hermoso y bondadoso.
La Anjana es una hermosa ninfa que no
mide más allá de medio metro, tiene los ojos rasgados y sus pupilas son azules
o negras y brillantes como luceros, su mirada es serena y amorosa. Tiene unas
largas trenzas rubias y se adorna la cabeza con una corona de flores. Su piel
es muy blanca.
Tiene una voz dulcísima, como de
ruiseñor y una pequeñas alitas casi transparentes, que la hacen parecerse a una
mariposa.
Viste una túnica blanca con pintas
relucientes y un manto azul que cambia por uno negro en el invierno. Lleva una
vara de mimbre verde con una estrella en la punta y una botellita con una
bebida milagrosa que cura a los enfermos. Vive en grutas recónditas que son
auténticos palacios con el suelo de oro y las paredes de plata. Vive cuatro
siglos y puede transformarse en lo que desee y hasta hacerse invisible.
Cuando algún cántabro tiene
problemas, invoca la ayuda de la Anjana, que solamente se la prestará si éste
es una buena persona. Pero la Anjana también castiga a quien la desobedece.
Parece que el poder de las Anjanas les viene dado por
alguna fuerza superior, ya que ellas también pueden ser castigadas, sobre todo
si se enamoran de un mortal, que significa renunciar a su esencia. Pero esto es
excepcional y, por lo general, lo que distingue a la Anjana es su bondad.
EL TRASTOLILLO
La monuca es un animal que sólo se
conoce en Cantabria. Es parecido a la garduña, pero con la piel de varios
colores, la cabeza blanca como la oveja, el cuerpo rojo, azul y negro y el rabo
morado. Es hija de un gato montés y una garduña.
Es un animal fiero y desagradecido,
pues nada más nacer abandona la madriguera y tiempo más tarde vuelve a ella
para matar a la garduña, su madre, pero esto hará que sea perseguida por el
gato montés, hasta que la encuentre y la mate a ella.
EL BASILISCO
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Es un animal verdaderamente extraño
en forma de reptil, pero con patas, pico y cresta de gallo, que mata con la
mirada.
Las condiciones que tienen que
darse para que nazca un basilisco son muy especiales. El basilisco nace de un
huevo que pone un gallo una noche de luna llena, exactamente a media noche.
Si se dan estas premisas, al día siguiente encontraremos un huevo blanco y
esférico.
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Este ser no abulta más de un palmo
y en los ojos tiene un fuego que fulmina a cualquier animal o persona. Sólo
hay dos medios para matar a un basilisco: el canto del gallo, que lo ahoga en
cuanto lo oye y un espejo, para que al verse en él reflejado, su propia
mirada lo mate.
Por temor al basilisco muchos
viajeros que atraviesan las montañas de Cantabria van acompañados de un
gallo, para poder enfrentarse a él y salir bien parados.
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LOS CABALLUCOS DEL DIABLO
En Cantabria, las hogueras del día
de San Juan perpetúan la tradición purificadora y propiciadora.
Los caballitos del diablo son siete
y parecen grandes libélulas, pues tienen alas larguísimas y transparentes,
con las que vuelan velozmente por el cielo de las noches cántabras. Van
siempre todos juntos y son cabalgados por siete demonios. Sus ojos relumbran
como brasas, resoplan por las narices como el viento, arrojan inmensas
llamaradas por la boca, llevan en las patas unos fuertes espolones y, cuando
huellan el suelo con sus cascos, dejan unas marcas que no se borrarán nunca,
aunque sea en la roca.
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Son muy malos para los montañeses,
pues se dedican a quemar o pisotear los campos de mieses.
En Cantabria es tradición en la
mañana de San Juan acudir al monte a buscar tréboles de cuatro hojas, pero
esto resulta muy difícil, porque la noche anterior los caballitos del diablo
se han dedicado a destruir todos los que hayan encontrado. Pero si alguien a
pesar de todo consigue encontrar uno de estos raros tréboles, le serán
concedidas las tres gracias de la vida:
EL ALICORNIO
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Los mortales que han conseguido
verle son muy pocos. Es un caballo blanco, con patas de gamo y cola de león,
cabeza púrpura, ojos azules y un cuerno largo y retorcido en la frente,
blanco en la raíz, negro en el centro y rojo en la punta. A causa de este
cuerno, se le conoce en otros lugares como "unicornio", pero el de
Cantabria es distinto, pues parece ser que tenía unas alitas encima de las
pezuñas y de ahí el nombre de "alicornio".
Esto explica la increíble velocidad
a la que galopaba, pues los pocos pastores que lo vieron cuentan que rebotaba
de risco en risco como una centella.
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Se dice que vivía en los lugares
más inaccesibles de las cumbres, allí donde siempre hace sol porque las nubes
no llegan tan alto. Sólo bebía agua de los manantiales más puros y comía
florecillas tiernas.
La única manera de capturarlo era
con el señuelo de una hermosa y pura doncella, a la que el alicornio se
acercaba lenta y mansamente, que era el momento en el que los cazadores se
abalanzaban sobre él y lo mataban, pues se sabe que a quien bebiera del
cuerno del alicornio (una vez arrancado y transformado en vaso) nunca le
haría daño ningún veneno ni sufriría ningún otro tipo de mal.
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MITOLOGÍA DEL MAR
EL HOMBRE PEZ
Muy conocida en toda Cantabria, es
la historia del hombre - pez de Liérganes, que tiene parte de leyenda y parte
de realidad. A mediados del siglo XVII vivía en Liérganes Francisco de la
Vega Casar, excepcional nadador conocido como "el sireno". Nadaba
por el río Miera hasta la ría de Cubas y según dicen, después atravesaba la
bahía de Santander. Los testigos dicen que su cuerpo parecía cubierto de
escamas.
Este personaje fue famoso y hay datos que se sabe son reales, como que su casa estuvo entre el puente de Batán y el de la Cruz Mayor o que su partida de nacimiento está fechada en 1658. Como se pasabe todo el día en el agua, cuenta la tradición que su madre le maldijo "¡Permita la Virgen que te conviertas en pez!" y una noche de San Juan de 1674, bajando el Miera desapareció en la corriente. Cinco años más tarde, unos pescadores le encontraron en la bahía de Cádiz. Le describieron como un hombre joven, corpulento, de tez pálida y cabello rojizo. Tenía una cinta de escamas que le descendía de la garganta hasta el estómago, otra que le cubría todo el espinazo y unas uñas gastadas, como corroídas por el salitre. |
Le
interrogaron en varios idiomas pero había perdido la razón. Por fin,
pronunció la palabra "Liérganes" y un mozo montañés que trabajaba
en Cádiz, dijo que era un lugar de su tierra, afirmación que corroboró don
Domingo de la Cantolla, secretario del Santo Oficio de la Inquisición y
oriundo de la zona. Le trajeron hasta su tierra, donde efectivamente le
reconocieron como Francisco del la Vega. Al parecer volvió a vivir en su
casa, siempre iba descalzo y no hablaba salvo para pronunciar las palabras
"vino, pan y tabaco".
Tan pronto comía con avidez como no probaba bocado en seis días. Pasó unos 9 años prácticamente como ausente, para volver a desaparecer para siempre en el Miera, en busca del mar. Esta historia, como todas, tiene más versiones. En una de ellas se dice, por ejemplo, que el hombre pez no desapareció en el Miera, si no en la ría de Bilbao. En cualquier caso, Francisco de la Vega, este ilustre vecino de Liérganes, existió realmente.
LANTARÓN
Es el Neptuno cántabro, el rey del mar que baña las costas de Cantabria. Su forma es parecida a la humana, pero sus pies son enormes, con los dedos unidos por una membrana. Tiene el cuerpo robusto y musculoso, la piel oscura, verdinegra como las algas y muy brillante, y unas manos fornidas y nudosas. La cabeza es ovalada, con dos ojos enormes y saltones.
Lantarón suele acercarse a tierra cuando la marea está baja y se queda inmóvil en un saliente de las rocas contemplando el vaivén de las olas. Sólo se alimenta de pulpos, a los que arranca del fondo con sus recias manos y se los come lentamente mientras sus ojos contemplan la amplitud de su reino. Lleva en la mano una recia vara de saúco, árbol sagrado de cuyas bolitas negras, mezcladas con leche de sirena hace un brebaje que por la noche le hace fluorescente y le otorga sus poderes sobrenaturales.
EL CULEBRE
EL CUEGLE
EL MUSGOSO
EL ARQUETU
LAS MOZAS DEL AGUA
LA GUAJONA
LA REINA MORA
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